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Blog de Colonia Seré

HISTORIAS

“PARA EL RATÓN PEREZ”

“PARA EL RATÓN PEREZ”

Relatos de Seré, capitulo uno, “novela”

Nuestro pueblo ha perdido la magia, lo cual no es raro, porque casi todos los pueblos regionales la ha perdido.

Que teníamos en Seré?

La gente, la gente de nuestro pueblo eran personajes, los cuales, al perderse, no han sido reemplazados. Tomemos un ejemplo: el “Bar de Manolo”, el Bar de Manolo no seria el Bar de Manolo sin Manolo, pero nuestros bares de hoy siguen siendo bares al margen del personaje ¿me entendes? Manolo y Elvira con el Bicho y el Pelado, lo cual dio como resultado, “el Bicho Pelado de Manolo”. Además, no era el bar de Manolo sin los personajes sentados en la esquina tomando el vermut, entre ellos la figura inconfundible de Lelio como salido recién de una revista de galanes. Tampoco seria el bar de Manolo sin Elvira restregándose las manos al servir un helado. ¿Qué problema tendría Elvira? Caminaba sobre los talones, como para no dejar huellas… Tampoco seria lo de Manolo sin los bailes de carnaval en “la pista” o los relatos de “radio teatro”, lo cual merece párrafos aparte, los bailes en la pista tenían sus particularidades, nosotros mirábamos, jugábamos, participábamos del “detrás” de la escena, mientras los mas grandes se llevaban la mejor parte, es decir “apretaban” (para los chicos: disfrutaban del baile con bellas señoritas entre sus brazos) pero hay algo que siempre recuerdo: las gallinas en las plantas de durazno. Sobre el sonido de los del “Buen Humor”, se podía escuchar un coco, co co co  cooo!! de fondo, producto del sobresalto nocturno en las gallináceas, no falto tampoco alguna deposición sobre la mesa, esta siempre y cuando el baile estuviera tan bueno, que las mesitas se extendieron mas allá de lo permitido.

En cuanto a las obras de teatro, que se daban como radio teatro por Trenque Lauquen y luego salían a los pueblos, me acuerdo (en realidad me acuerdo de varias, pero esto ya forma parte de la tradición oral) de un día, seguramente en la representación “Hormiga Negra”, cuando el gaucho Palomino embistió desde el fondo, (donde estaba la conservadora de helados), manoteándose la cintura con intenciones de acabar con las injusticias que se estaban cometiendo en escena siendo contenido a duras penas antes de llegar al escenario.

Personajes de Seré, que uno miraba y admiraba desde abajo, con asombro y con mucho respeto porque ¿Quién era Manolo? ¿Quién seria hoy Manolo para muchos chicos? Un gallego bruto y mugriento…

Aquí esta el cambio social y el cambio que experimentamos en el cuerpo axiológico de nuestros pueblos y nos vamos opacando…

                                          Fin capitulo primero.

 

Esta “historia de vida”, fue escrita en el año 2003, año en el que C. Seré cumplía 100 años de vida, por Damian Hernández, papa de Patricio, alumno que en ese momento cursaba 3º grado, en aquella oportunidad el material fue solicitado por la docente Sra. Elsa Rojo, quien invito a los padres a participar en un proyecto ……. “Historias de vida C. Seré”

Fue leído en el programa radial “El ratón Pérez” transmitido desde la “94.5 La Milenium Radiodos” cuyas instalaciones estaban en la escuela Nº 2 de C. Seré, el programa estaba a cabo de los docentes de primer ciclo Sra. María Ester Derecho, Marina Gioffre y Elsa Rojo.

 

                                          Que tiempos aquellos !!

UN PUEBLO CHICO CON GRANDES HISTORIAS

En el año 1876, el ministro de Guerra de Avellaneda, Adolfo Alsina, envía al General Conrado Villegas para ampliar la línea de fronteras, mediante la fundación de fortines en el noroeste bonaerense. Aquí, la única ley que imperaba era la de las huestes del temible cacique Pincén, el León de las pampas.

En su diario de cabalgata, el general Villegas menciona un lugar con inmejorables condiciones para establecer un fortín. Ese sitio, ubicado a 80 kilómetros del meridiano 5° hacia el Este, era el punto exacto en el que, 27 años más tarde, se fundaría Colonia Seré, una localidad que hoy cuenta con 800 habitantes y gira en torno de la actividad agropecuaria.

El 17 de septiembre de 1889, Emilio Mallmann adquiere 27 lotes de la sección XVI de tierras públicas, en representación de la compañía mercantil homónima; el 24 de septiembre del mismo año, el gobierno escritura en favor de esta compañía tres lotes más de esa sección, completando un total de 30.142 hectáreas; y el 19 de diciembre de 1889, Mallmann vende todo al general Francisco Leyría. Se establece allí el centro agrícola General Rivas.

Francisco Leyría y su esposa tenían el anhelo de fundar un asentamiento poblacional, pero el destino les juega una mala pasada: ella muere, repentinamente, y él, preso de una gran depresión, vende las tierras al benefactor directo de esta localidad: Guillermo Seré, que las dona para la fundación definitiva, concretada el 5 de septiembre de 1903. En la mañana de ese día, el agrimensor Enrique Roux clava la primera estaca, para mensurar y delimitar el pueblo, con todos sus edificios, quintas y chacras.

El silbido del tren

El ferrocarril que atravesó toda la provincia, de Este a Oeste, y propició el florecimiento de muchos pueblos a su vera, también le dio vida a este lugar. El 21 de diciembre de 1903 se autoriza al Ferrocarril del Oeste a bautizar la estación con el nombre de Colonia Seré. Un año después, una gran fiesta, con asado, carreras de sortijas y hasta una banda de música recibe a los primeros silbidos de la locomotora.

Tierra fructífera, fue rápidamente destinada a la cría de ganado y a la siembra de trigo. Los años 1915, 1940 y 1941 son muy recordados por la prodigalidad de las cosechas. "Las chatas que acarreaban bolsas hasta la estación formaban una hilera desde un paso a nivel a otro -mil metros-", cuentan los memoriosos.

Hasta la década del 60 era común ver trabajadores golondrina, que se conchababan como hombreadores, paradores de bolsas, emparvadores de alfalfa o recolectores de maíz a mano. Oficios todos olvidados en estas épocas de modernas tecnologías.

Entre los comercios que marcaron la vida de este lugar se destaca la ya desaparecida Antigua Casa Silva, que por su variedad de artículos, era conocida como "el lugar donde se puede comprar desde una aguja de coser, hasta un tractor".

La charla con los más ancianos arroja jugosas anécdotas. Cómo aquella ligada al nombre del club de fútbol. Cuentan que en el momento del "bautismo de fuego", faltaba un jugador para completar los once del equipo. A último momento apareció el hombre faltante y la idea no tardó en brotar de los labios de uno de los presentes: "Se llamará Club Social y Deportivo Los Once". Y así quedó, nomás, hasta el día de hoy.

Pero no todas fueron buenas. En 1937, el pueblo fue asolado por una terrible sequía, que amenazó con devastar su producción. Los lugareños salvaron parte de sus rodeos, mediante el traslado de los animales a otras tierras. Poco después, con tesón y trabajo, lograron devolver a sus campos el color habitual.

Otro flagelo que marca a fuego este lugar es la inundación. Asestó su primer golpe en 1973 y reapareció luego periódicamente, hasta alcanzar su pico máximo en 2001. Esta vez, el peligro del agua, que amenazaba la planta urbana, fue sorteado gracias a la construcción de canales y alteos, que desviaron los cauces hacía el Sur y mutaron el susto en alivio.

Hoy, las aguas han bajado, los campos mejoran poco a poco y la esperanza de la gente comienza a resurgir. Como ha sucedido siempre, a lo largo de estos 105 años de vida, recién cumplidos.